Neuronas Espejo: Una posible explicación sobre la etiología del Autismo

Día Mundial TEA

 

Durante décadas venimos escuchando variedad de hipótesis y teorías, que se han llevado a cabo desde diferentes corrientes y puntos de vista para intentar resolver “el misterio” del autismo. Muchas de ellas fueron refutadas desde el principio, algunas han permanecido en el tintero varios años, otras siguen estando aún en tela de juicio, y otras varias que, seguro, irán apareciendo.

“Los padres son los causantes del autismo en los hijos”, “los padres de hijos con autismo son demasiado fríos en su relación con el pequeño, y por eso desarrollan autismo (madres nevera)”, “son los compuestos de las vacunas los que provocan el autismo”… teorías como éstas hoy son rechazadas, puesto que se ha demostrado que no tienen evidencia empírica alguna, pero en su día causaron gran revuelo entre padres y profesionales del autismo.

Aunque no existe ninguna teoría sobre las causas del autismo que convenza globalmente a todos (probablemente porque puede existir más de una causa), la mayoría de los investigadores están absolutamente convencidos de que la causa es biológica y no psicológica. Todavía no se conocen con exactitud los mecanismos de transmisión implicados, pero los estudios realizados en gemelos, hermanos y familias de los niños con trastorno autista, confirman que los factores genéticos desempeñan un papel significativo en la etiología de este trastorno; se estima que la probabilidad de aparición de autismo en familiares de primer grado es de 50 a 100 veces mayor que los de la población general, es decir, una frecuencia del 3-6%.

La Teoría de las Neuronas Espejo

En la actualidad, y sin romper con la rutina desde que fue descrito el autismo, en el año 1943, se siguen llevando a cabo numerosos estudios con el fin de poder describir los causantes de este trastorno.

Una teoría novedosa, que está causando gran énfasis entre los investigadores es la teoría de las “Neuronas Espejo”. Las neuronas espejo son un tipo de neuronas que se activan cuando un animal o persona desarrolla la misma actividad que está observando ejecutar por otro individuo. Estas neuronas actúan como “reflejando” la acción de otro; así el observador está realizando la acción del observado, de ahí su nombre “espejo”. Debemos este descubrimiento a Rizzolatti, quien, en el año 1996 descubrió este curioso grupo de neuronas mientras estudiaba el cerebro de los monos. Encontró que este tipo de células cerebrales no sólo se activaban cuando el animal ejecutaba ciertos movimientos, sino que se activaban también al observar a otros hacerlo. Al principio, se pensó que sólo intervenían en la imitación, pero gracias a los numerosos estudios que se han realizado sobre el tema, se le adjudica a estas neuronas un papel muy importante en la interpretación de las acciones, emociones y sensaciones de los demás. Por este descubrimiento, y por ser considerados referentes mundiales de la neurología, fueron reconocidos en el año 2011 con el premio Príncipe de Asturias de la ciencia Rizzolatti y su equipo.

Sentir dolor cuando vemos dolor en alguien, tener una sensación placentera cuando vemos a alguien comer un delicioso pastel, o sentir alegría cuando vemos a alguien conseguir un logro; esto es lo que nos permiten experimentar las neuronas espejo, reflejan las sensaciones de los demás y hacen que las sintamos como si las viviésemos en nuestra propia piel. En definitiva, estas neuronas reflejan el mundo exterior.

Desde las neurociencias se le asigna un papel importante a estas neuronas dentro de las capacidades cognitivas ligadas a la vida social, tales como la empatía y la imitación. Las neuronas espejo nos brindan, por primera vez en la historia, una explicación neurofisiológica plausible de las formas complejas de cognición e interacción sociales.

Existen estudios que están demostrando que los déficit sociales, tales como los asociados con el autismo, pueden deberse a una disfunción primaria de las neuronas espejo. Algunos estudios han observado, comparando cerebros de niños con autismo y sin autismo, una reducción de la actividad neuronal en la región donde residen las neuronas espejo sólo en los sujetos con autismo. Esto sugiere que su sistema neuronal no está activado por completo, y se ha demostrado también que cuanto menor es la cantidad de sangre que fluye hacia esta región del cerebro, menor es la habilidad social que muestran los niños con autismo.

Estos y otros estudios, llevados a cabo por el grupo de Ramachandran, en la Universidad de California, por el grupo de Hari en la Universidad de Helsinki, y por el grupo de Theoret, de la Universidad de Montreal, nos hacen pensar que en las personas con autismo el sistema de neuronas espejo (SNE) se desarrolla de manera inadecuada, determinando así una incapacidad de comprender los actos de los demás, y sobre todo una incapacidad de imaginar que los demás son seres pensantes con intenciones y motivaciones intelectuales semejantes a las suyas.

No podemos aventurarnos a afirmar que con esta teoría está resuelto el “misterio” del autismo, puesto que no sería cierto; pero, aunque deberá continuarse investigando sobre la posible participación del SNE en la fisiopatología del autismo, resulta atractiva la teoría de una disfunción de este sistema en la génesis del trastorno autista, puesto que existen numerosas pruebas que lo avalan.

Algunos expertos afirman que “las neuronas espejo harán a la psicología lo que el ADN a la biología”.

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